Una tila, por favor

La tarde presumía un agradable café. La temperatura incitaba a consumarlo en la calle mientras ojeabas el entorno en una apacible plaza sin importar deberes. Provocaba incluso, como si de una pitonisa se tratase, leer las manos y desvelar que un mediodía en El Salvador, un almuerzo en casa y una siesta de pijama, Padre Nuestro y escupidera, habían desbordado nuestra agenda ociosa. Así fue y, a pesar de estar acompañado de mi primo Rafa, deseaba tranquilidad. Pero mi gozo en un pozo.

Si ubicamos la acción, dicho lugar era la Plaza de La Alfalfa con sus 8 salidas a pesar de su reducido tamaño. La hora, 17'30h. Pero la paz que yo esperaba (aparte de otra que pocos saben disfruto ya), fue truncada por un fenómeno cotidiano de dicha plaza: el hijo del peluquero.

Pedí al camarero un bio-frutas y no saben lo que me arrepentí de no haberlo cambiado por 3 tilas dobles. La conversación fluía con mi primo pero mis ojos intentaban adivinar por cuál de las 8 entradas aparecería el personaje. El café duró media hora y fueron una quincena de veces las apariciones del protagonista.

Por favor, si lo ven aparecer por La Alfalfa, salgan corriendo o monten una zapatería junto a su casa, dadas las suelas que gastará al cabo del día.

A continuación, ilustro una de sus múltiples apariciones. Aunque no se aprecie bien el rostro, espero lo reconozcan o serán ustedes víctimas del insomnio.